Escrita para la Navidad de 1724, esta cantata expresa el carácter festivo de la ocasión. Sus seis movimientos se basan en las siete estrofas del himno homónimo de Lutero. Los movimientos extremos (fantasía y coral) emplean literalmente las estrofas primera y última del himno. En el segundo movimiento (coral y recitativo para soprano), el autor del libreto agrega a la segunda estrofa del himno algunos pasajes que completan el significado. El tercer movimiento (aria para tenor) musicaliza una paráfrasis de las estrofas tercera y cuarta. Los movimientos cuarto y quinto (recitativo para bajo y dúo para soprano y contralto) utilizan versiones libres de las dos estrofas restante del himno luterano.

En la magnífica fantasía de apertura, el coro, más una orquesta de dos trompas, timbales, tres oboes, cuerdas y continuo, celebran con pompa la alegría navideña. En el segundo movimiento, la soprano alterna su recitativo con versículos del himno. Como en la cantata 95, encontramos aquí la difícil mezcla de recitativo y coral, es decir, de declamación y melodía. En el aria del tenor, los oboes, sobre un ritmo de danza parecido al del coro inicial, evocan el ambiente pastoral del pesebre. En el recitativo del bajo, los violines al unísono dibujan al comienzo un ritmo solemne que simboliza la majestad de Cristo en su humilde encarnación. Este movimiento concluye con un arioso extraordinario en el que Bach subraya la palabra "Jammertal" (valle de lágrimas) con un motivo cromático. El dúo de la soprano y la contralto traduce con motivos contrastados las imágenes opuestas del texto: de un lado, la pobreza de Dios hecho hombre; del otro, los abundantes tesoros celestes que ella determina. El final es un breve coral que destaca el Kyrieleis con una cadencia de las trompas, que al mismo tiempo nos remite a las fanfarrias del comienzo de la obra.