Compuesta en 1725 para el segundo domingo después de Pascua, llamado Domingo de Misericordia, esta obra se basa en un libreto de Mariane von Ziegler inspirado en el Evangelio para ese domingo, que evoca al Buen Pastor (San Juan, 10/11 a 16). Desde el punto de vista del libreto, pertenece a un grupo de cantatas cuyos movimientos están dispuestos como sigue: I, cita bíblica del Evangelio del día; II, aria con carácter de comentario; III, coral; IV, recitativo didáctico; V, aria de contenido doctrinal y VI, coral.

El primer movimiento lo describe Ludwig Finscher como uno de esos solemnes ariosos para bajo que muestran al mismo tiempo un rico tratamiento contrapuntísticos y una búsqueda de plenitud sonora, y que son característicos de la manera como Bach musicaliza las palabras de Cristo. El oboe, que constituye la voz superior del discurso musical y cumple funciones de instrumento solista, simboliza al ambiente pastoral a que alude el texto. La dulce aria para contralto que viene enseguida se presenta como una serie de variaciones con ritornelo, cuya sonoridad es realzada por el violoncello piccolo. Al timbre más bien sombrío de este instrumento se opone el colorido luminoso del coral para soprano (III) en donde la voz humana, los dos oboes y el continuo forman un trío contrapuntístico que traduce una paráfrasis del Salmo 23 (Jehová es mi pastor, nada me faltará, en lugar de delicados pastos me hará descansar....") En contraste con estos tres primeros movimientos, el recitativo para tenor, cuerdas y continuo posee un carácter dramático muy acentuado. El aria para la misma voz (V) nos lleva de nuevo al ambiente pastoral del comienzo, con los acentos populares de la melodía confiada a las cuerdas. El movimiento final es una rica armonización de la cuarta estrofa del coral de Homburg "Dios es mi escudo", que Bach emplea con su melodía anónima.