Compuesta para el cuarto domingo después de la Epifanía, se estrenó en la fecha prevista: 30 de enero de 1724. En ella el contraste entre el sueño y la acción, entre una naturaleza en reposo y otra agitada, es presentado en imágenes de gran poder descriptivo. El texto, de autor desconocido, medita sobre el relato evangélico de la tormenta que se aplaca ante la orden de Jesús.

La cantata 81 es para contralto, tenor, bajo, dos flautas dulces, dos oboes d'amore, cuerdas y continuo. El coro sólo interviene en el coral conclusivo. A pesar de sus modestas fuerzas sonoras, transforma el Evangelio del domingo en una composición muy teatral y descriptiva. Revive aquí, con su característica intensidad dramática, aquel diálogo tradicional entre el alma y Jesús que encontramos en otras cantatas. El aria para contralto con que se inicia es una canción de cuna. Pero es también un lamento, especialmente en la angustia creciente que expresan las palabras finales. Este lamento prosigue en el recitativo del tenor, el cual nos lleva a un aria para la misma voz (allegro). Con efectos descriptivos espectaculares, esta aria evoca "las olas espumosas de los arroyos de Belial", al furor de los cuales intentan en vano oponerse breves episodios lentos. A esta fuerza desencadenada, y en un estilo manifiestamente dramático, el bajo (que representa a Cristo) responde en un arioso que como cuarto movimiento constituye el centro físico de la cantata. La parte vocal y el continuo entretejen ocasionalmente sus líneas en un canon que anticipa, simbólicamente, la respuesta a las preguntas que formula el alma debilitada en su fe. El aria para bajo (V) describe el momento en que las olas tempestuosas se apaciguan ante la imperiosa orden de Jesús. Enseguida la contralto toma de nuevo la palabra para hacer el resumen en un breve recitativo de carácter casi operístico. En el sobrio coral, la congregación de los fieles afirma haber entendido el sentido de la obra que acaban de escuchar.