Esta cantata-coral sobre el himno del mismo título de Caspar Neumann y destinada al decimosexto domingo después de la Trinidad, se estrenó el 24 de septiembre de 1724. El desconocido libretista conservó las estrofas extremas del himno y modificó las tres estrofas intermedias para convertirlas en los textos de los movimientos segundo a quinto. El Evangelio del día evoca la resurrección del hijo de la viuda de Naín, según Sa Lucas. (7/11 a 17). Para representar esta escena crea Bach, como cada vez que musicaliza textos bíblicos, una obra de extraordinaria intensidad expresiva.

El coro inicial describe de manera impresionante el cortejo fúnebre que transpone las puertas de la ciudad. "Es un cuadro musical compuesto, en cierta manera, de sonidos de campanas y perfumes de flores y respira la poesía de los cementerios en los días primaverales", según la descripción que de él hace Philipp Spitta. En la parte instrumental se destacan dos oboes d´amore, mientras las cuerdas punteadas y una flauta en sus registros más agudos imitan el tañido fúnebre. Verso por verso, el coro incorpora el himno al acompañamiento instrumental; la melodía, compuesta como himno fúnebre en 1695 por Daniel Vetter, produce un efecto decididamente "moderno" en comparación con la mayor parte de los himnos elegidos para las cantatas-corales. Las dos arias (II y IV) contrastan entre sí vivamente. En la primera, confiada al tenor, un oboe pinta la inquietud del hombre ante la muerte; la segunda, para bajo, cuerdas y flauta concertante, es una alegre jiga. Los dos recitativos (III y V) desempeñan su papel como importantes pasajes de transición. En el coral conclusivo Bach emplea de nuevo, aunque con sustanciales modificaciones en la melodía y la armonización, el himno de Daniel Vetter que se canta en el coro inicial.