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Cantata 68: Así amó Dios al mundo | Kantata 68: Also hat Gott die Welt geliebt |
Cantata Religiosa Compuesta en Leipzig |
En esta obra para el Lunes e Pentecostés incluyó Bach dos arias de su primera cantata profana, la famosa "Cantata de caza" (BWV 208) que había escrito en Weimar. El libreto mezcla textos de diverso origen: un poema de Mariane von Ziegler, un himno luterano y palabras bíblicas. Los textos de las dos arias (II y IV) celebran la obra redentora de Jesús; el recitativo que las separa y que se sitúa por consiguiente en el centro mismo de la cantata, establece la única relación directa con el Evangelio del día: el que dice que Dios no envió a Cristo como juez sino como redentor. "Los dos coros que enmarcan la obra acentúan esa relación, cada uno a su manera: el coro inicial en un ambiente de serena fe en Dios; y el final con una gravedad dogmática casi amenazadora" (Finscher). Tan diversa como el texto es la música. Para pintar climas tan diferentes, el Cantor emplea una rica instrumentación: tres trompetas, tres trombones, dos oboes, oboe tenor, trompa, dos violines, chelo piccolo, viola y continuo.
El texto del primer coro es una paráfrasis del versículo evangélico "Porque de tal manera amó Dios al mundo que le dió a su hijo unigénito para que todo aquel que en Él crea tenga vida eterna". En este movimiento la melodía del himno, compuesta por Gottfried Vopelius, aparece adornada hasta el punto de hacerse irreconocible y está engastada en una solemne siciliana instrumental. El aria para soprano es un arreglo del aria pastoral de la "Cantata de caza". Sin embargo Bach la modifica sustancialmente, ya que reemplaza la melodía original por otra enteramente nueva, amplía la partitura de 36 a 68 compases y sólo conserva el bajo obstinado, que aparece ahora en el chelo píccolo. Por el contrario, la música del aria para bajo de la cantata profana pasa sin cambios a la religiosa. Así, la escrita como alabanza a un príncipe y cantada por un dios pagano, se convierte en un exaltado canto al Salvador. Esta aria, cuya alegría tiene un carácter "subjetivo" propio de la sensibilidad protestante, contrasta con el coro final, motete deliberadamente arcaico que traduce el rigor "objetivo" y dogmático del versículo 18 del Evangelio del día: "El que en Él cree no será condenado, pero en que no cree ya ha sido condenado...".
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