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Cantata 58: Ah Señor, cuánto dolor aflige mi alma | Kantata 58: Ach Gott, wie manches Herzeleid II |
Cantata Religiosa Compuesta en Leipzig |
Esta cantata para soprano y bajo fue escrita posiblemente en 1727 para el Día de la Circuncisión y revisada unos siete años más tarde. En su versión definitiva, la orquesta comprende dos oboes, oboe tenor, cuerdas y continuo. Es la primera de la dos cantatas con el mismo título, aunque destinadas a diferentes domingos de enero.
Opina Ludwig Finscher que en su primera versión debió ser una cantata enteramente tranquila, quizás demasiado sencilla para hacer justicia a la fuerza interior que anima al texto anónimo; al aludir a la huida a Egipto según la evoca Mateo en su Evangelio, dicho texto describe el camino que lleva de los sufrimientos temporales a la felicidad eterna. El libreto se inspira también en la Epístola a Tilo, cuando el Apóstol les recuerda a los cristianos que su salvación no proviene de sus obras de justicia sino de la misericordia de Cristo.
Como las cantatas 57 y 60, la 58 está concebida en forma de diálogo. Su estructura en cinco movimientos muestra una simetría perfecta: los movimientos primero y último son dúos en forma de coral y aria. El tercer movimiento es un aria para soprano. Dos recitativos para bajo y soprano respectivamente, sirven de enlace.
El primer dúo combina con ingenio exquisito los caracteres específicos de los instrumentos y de la voz. La soprano entona la estrofa primera del coral de Martin Moller "Ah Señor, cuánto dolor aflige mi alma". A la soprano se une el bajo (la voz de Cristo), que canta con elocuencia palabras de consuelo. El recitativo para bajo y continuo conduce al aria para soprano que, acompañada por un violín solista que decora su canto con un motivo jovial, afirma su renovada fe en Dios. Su melodía melancólica sobre un alegre ritmo de danza parece simbolizar la paradoja que encierran las palabras "Soy feliz en mi aflicción". El recitativo de soprano que viene enseguida se convierte en arioso para decirnos que el acoso de los perseguidores se transforma en reivindicación del paraíso. A los acentos de plegaria con que termina el arioso, responde la fanfarria que impera "Coral y aria" final. La soprano entona el coral "Difícil el viaje que me espera" y el bajo la conforta con la voz de Cristo: "Contentamiento en vuestros corazones. Aquí reina el temor; en lo alto, la magnificencia".
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