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Cantata 57: Bienaventurado el hombre | Kantata 57: Selig ist der Mann |
Cantata Religiosa Compuesta en Leipzig |
Esta cantata para solistas, estrenada el segundo día de Navidad de 1725, no conmemora sin embargo el nacimiento de Cristo sino el martirio de San Esteban, cuyo día (26 de diciembre) coincide con aquella fecha navideña. Interpreta igualmente el martirio y la redención del santo como una alegoría sobre la redención de los cristianos mediante la muerte. El texto, escrito por Georg Christian Lehms, alude tanto al arresto y la muerte de San Esteban como al versículo del Evangelio según San Mateo que dice: "Toda sangre justa derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo, hasta la sangre de Zacarías". Lehms concibe el texto en forma de diálogo entre Jesús y el alma, representados por el bajo y la soprano: Cristo expone la parábola y el alma medita luego sobre la vida terrena y su significado trascendente basado en el amor. Un breve dúo (recitativo) conduce a la afirmación suprema de la fe: como el Salvador es también el Vencedor, el alma abandona con alegría la vida mortal. A este plan literario corresponde la disposición de la música y el tratamiento diverso que da Bach a cada movimiento.
Cuatro arias separadas por recitativos y un coral conclusivo integran la cantata. Con su severa polifonía, las dos primeras arias revisten un carácter arcaico; las dos arias restantes son por el contrario trozos en el más moderno estilo de la época. El aria inicial (en realidad un arioso a la manera muy alemana de los ariosos de las Pasión según San Mateo) musicaliza las siguientes palabras de la Epístola de Santiago: "Bienaventurado el hombre que soporta la tentación porque cuando haya resistido la prueba recibirá la corona de la vida". Pero el movimiento más atractivo es el aria para bajo y cuerdas, "Sí, puedo vencer al enemigo" (V), que con sus acentos marciales adquiere un tono casi operístico. Muy distinta es la última aria, que expresa la aspiración a la muerte con sutiles símbolos sonoros. Este penúltimo movimiento termina de manera casi abrupta, dejando sin respuesta su propio interrogante. La solemne sencillez del coral conclusivo se oye entonces como la deseada respuesta.
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