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Cantata 31: Los cielos rien, la tierra se regocija
Kantata 31: Der Himmel lacht! die Erde jubilieret
Cantata Religiosa Compuesta en Weimar

En medio de las cantatas de cámara, como son en su mayor parte las que Bach compuso en Weimar entre 1714 y 1717, encontramos otras de una concepción vocal e instrumental mucho más compleja y ambiciosa. Se presume que el compositor las destinó a ocasiones especiales, ya que en Weimar no disponía de ordinario sino de agrupaciones modestas. A este grupo pertenece la cantata 31.

Esta obra es uno de los primeros frutos de la colaboración de Bach con Salomo Franck. El músico empleará los textos de Franck, excelentes unos, otros menos que mediocres, en cerca de la mitad de sus cantatas de Weimar. Estrenada en esta ciudad el Domingo de Pascua de 1715, la cantata 31 se ejecutó de nuevo en Leipzig en 1724 y 1731, con importantes cambios en el texto y la música, y en esta forma ha llegado hasta nosotros. La obra comienza en un ambiente de regocijo que pronto adquiere un tono sombrío ante la presencia de la muerte y el sufrimiento.

El primer movimiento es una "sonata" para una asombrosa combinación de instrumentos: tres trompetas, timbales, tres oboes, taille, fagot, cuerdas y continuo, con los cuales crea Bach un cuadro realista de "la risa de los cielos". En la onda ascendente de la música se ha querido ver una representación de la Resurrección de Cristo. Los mismos instrumentos y símbolos sonoros reaparecen en el primer coro, "Los cielos ríen, la tierra se regocija", visión luminosa que sólo se interrumpe brevemente cuando se menciona la sepultura de Jesús.

La parte central de la obra está formada por tres arias precedidas de recitativos. El primer díptico es para bajo, que aquí, excepcionalmente, no representa la voz de Cristo. Tras la declamación del recitativo, que evoca en ritmos contrastados el Alfa y el Omega del destino del hombre, el aria pinta en tonos serenos al Príncipe de la vida que, desde la Cruz, se eleva al trono supremo. El segundo díptico es para tenor. El recitativo reviste tonos más brillantes para exhortar al hombre a resucitar espiritualmente, tal como lo hizo Cristo desde la muerte. El aria subraya, con su ritmo jovial y uniforme, las palabras "Adán ha de morir en nosotros y el hombre nuevo renacer..." El aria del tercer díptico, en la voz de la soprano, es acaso el trozo más notable de la cantata. Whittaker lo describe como "un bello canto de las últimas horas de la vida y una plegara a los ángeles guardianes". Sobre los instrumentos del continuo, con el chelo en pizzicato, el oboe juega aquí un papel concertante. Los violines y las violas al unísono entonan al final una versión del coral "Cuando mi última hora se acerca". "Es un exquisito cuadro de fe y una expresión de confiada esperanza en el callado trance". La misma melodía se escucha en el coral conclusivo, cuya música proclama mediante todo el coro y la orquesta, con la trompeta en sus registros más altos, la gloria y la bendición de la muerte que lleva a la reunión del alma con Cristo.



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