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Cantata 181: Gentes ligeras, inconstantes
Kantata 181: Leichtgesinnte Flattergeister
Cantata Religiosa Compuesta en Leipzig

El texto de esta cantata para el Domingo de Sexagésima se inspira en la parábola del sembrador según San Lucas (8/4 a 15). La obra se oyó por primera vez el 13 de febrero de 1724, en la iglesia de San Nicolás. En un idioma metafórico semejante al utilizado por Cristo, el desconocido libretista alude a la parábola en cada una de las estrofas; la semilla es la palabra de Dios, que puede germinar en suelo propicio; o morir, en caso contrario. El suelo es el corazón del creyente.

La obra es para soprano, contralto, tenor, bajo, coro, trompeta, flauta, cuerdas y continuo. Como en otras cantatas del período de Leipzig, el cantor opta por la secuencia aria-recitativo, pero no sigue este esquema de manera inflexible; por el contrario, lo trata con notable diversidad.

Es así como el aria del bajo (I) no es un aria Da Capo tripartita sino que se divide en cuatro partes como resultado de la repetición de las secciones A y B. Con trazos vigorosos, Bach evoca la visión de una bandada de cuervos que se abate sobre el campo sembrado. En el ritmo staccato de la voz y los instrumentos, imaginamos ver sus alas mientras devoran la semilla. El simbolismo es claro: las "gentes ligeras, inconstantes" permiten que las aves satánicas se roben la palabra de Dios. Y sobre esas gentes se cierne un funesto presagio.

En el recitativo para contralto que viene enseguida, la inclusión de un ariosos confiere a la música una expresión que no sería tan elocuente como simple recitativo. La contralto comenta la desdichada condición de las almas impías. Sus corazones son duros como piedra. En el aria para tenor (III), los staccati de los contrabajos representan las espinas y las zarzas a que alude la parábola. La buena semilla, entre tales abrojos, no podrá nunca germinar. El segundo recitativo (IV) reitera la idea: la cizaña ahoga la buena semilla. En el coro final, la trompeta, añadida a los restantes instrumentos, realza aún más el esplendor sonoro. Al sustituir por un coro el coral acostumbrado, Bach dibuja un maravilloso lienzo en forma de plegaria: el Señor ha permitido que su palabra florezca de nuevo en el corazón del hombre.



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