El mandato de Cristo a los fariseos de dar al César lo que es del César, es el tema central del libreto de Salomo Franck que Bach musicaliza en esta cantata. Aunque el texto, al decir der Schweitzer, es pobre en ideas poéticas e imágenes pictóricas, logra sin embargo suscitar el genio de Bach. Destinada el vigesimotercer domingo después de la Trinidad, su estreno se realizó en Weimar el 24 de noviembre de 1715. Se presume que el compositor modificó la partitura en Leipzig, ya que el aria para tenor con que se inicia incluye un oboe d'amore, instrumento que no había tenido oportunidad de utilizar antes de su llegada a la ciudad en 1723. Algunos modernos directores (Harnoncourt, Koopman) prescinden del oboe, quedando así reducida la instrumentación a las cuerdas y el continuo.

La obra comienza con un atractivo dibujo de las cuerdas graves que determina el carácter de la mencionada aria inicial, cuya vehemencia parece derivar de las palabras "A cada cual lo suyo". Como es frecuente en las cantatas de Weimar, el recitativo para bajo (II) se convierte por momentos en arioso, con lo cual logra el músico interpretar el texto de manera expresiva y directa. El aria para bajo con dos chelos obligados y continuo (III) muestra el placer que le produce a Bach la experimentación: el bullicio y el ruido del taller a que alude en texto, se convierte en un curioso ejemplo de música descriptiva. El espléndido recitativo arioso para soprano y contralto (IV) es una especie de preludio al dueto para las mismas voces, en el cual las cuerdas agudas tocan la melodía de Andreas Hammerschmidt para el himno "Jesús mío, no te abandonamos", de Christian Keimann. "El título de la cantata encuentra así, en la singular forma de sus diversos movimientos, una confirmación musical". Del coral conclusivo no se conserva sino el bajo continuo, junto con la nota: "Chorale. Semplice stylo".