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Cantata 161: Ven, dulce hora de la muerte
Kantata 161: Komm, du süße Todesstunde
Cantata Religiosa Compuesta en Weimar

Cuando Bach se inspira en temas relacionados con la muerte y la vida después de la muerte, su música adquiere una profundidad y un encanto particulares. Es como si en ellas su fantasía creadora obedeciera a la más entrañable necesidad expresiva. Y como si la idea de la muerte, lejos de atemorizarlo, avivara su serenidad y su fe religiosa. Albert Schweitzer explica así el fenómeno: "Este hombre, encarnación misma de la energía y la actividad, que tenía incluso una pronunciada afición por el humorismo, sentía en el fondo de su alma el intenso deseo del descanso eterno. Conocía, como jamás ser humano la conoció, la nostalgia de la muerte. Nunca, tampoco, esta nostalgia ha sido traducida en música de manare más conmovedora".

Bajo este signo se sitúa la cantata 61, escrita para al décimo sexto domingo después de la Trinidad y estrenada en Weimar el 27 de septiembre de 1716. El libreto, de Salomo Franck, tiene nexos con los versículos evangélicos donde San Lucas cuenta cómo resucitó Jesús al hijo de la viudad de Naín. La obra consta de seis movimientos: aria para contralto, recitativo y aria para tenor, coro y coral conclusivo. El primer tema, que marca el comienzo de una honda, adolorida pero a la vez serena meditación sobre la muerte, lo presentan las flautas y los repite la contralto, mientras el órgano toca la melodía del coral "Añoro de corazón ", de C. Knoll. La expresión se hace aún más enfática en el recitativo del tenor, que traduce las palabras, "Mundo, tus alegrías son efímeras". El aria del tenor expresa la misma nostalgia de la muerte del aria inicial, pero lo hace de manera más descarnada por la omisión de las flautas y el empleo de las cuerdas solas. No obstante, el tono elegíaco se convierte finalmente en un rayo de esperanza. En el recitativo de la contralto, un maravilloso cuadro coloreado por las flautas dulces, el órgano y luego las cuerdas en pizzicato, y que incluye imitación de campanas, evoca de nuevo la última hora. El conocimiento de que el momento de la muerte no depende del hombre sino de la voluntad de Dios, es expresado por el coro (quinto movimiento), donde las afables figuras de las flautas adornan el recatado canto de la comunidad. El coral de la primera aria reaparece en el movimiento final, ahora cantado por el coro mientras las dos flautas al unísono elaboran la melodía del coral. Con esta reiteración simbólica termina la cantata, en la que Bach evita deliberadamente los contrastes, las bruscas transiciones.



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