Esta cantata-coral, destinada a la fiesta de la Purificación de María, se dintingue por su encanto apacible y el modesto despliegue de fuerzas sonoras. En ella emplea Bach un libreto anónimo inspirado en el himno del mismo título de Lutero. Este himno refleja el Evangelio del día (San Lucas 2/21 a 32).

Dividida en seis movimientos, se inicia con una fantasía-coral en la que, según Whittaker, "encontramos la más normal interpretación bachiana de la muerte". Así, los instrumentos elegidos (flauta, oboe d'amore, cuerdas y continuo) no han de ser los intérpretes de una escena de terror, sino por el contrario los de una evocación algo melancólica, sí, pero consoladora y casi pastoral.Viene luego un aria para contralto, flauta, oboe de amor y continuo, extensa sección en tiempo lento. El texto es una paráfrasis del "Nunc dimittis" luterano, y constituye un canto de esperanza durante la solemne aunque temida hora de la muerte. Whittaker le dedica un pormenorizado comentario a esta aria, "uno de los números más extraordinarios del arte de Bach", según sus palabras. El tercer movimiento es un recitativo y coral para bajo en donde éste representa la voz del moribundo. En medio de sus sufrimientos espera sin temor la dulzura del reino prometido, mientras los instrumentos de cuerda y el continuo describen la desfalleciente marcha. El tono solemne de este movimiento contrasta con la brillante introducción del dúo para tenor y bajo (IV), que simboliza la luz trascendente que surge ante los ojos del que acaba de morir. Bach concibe esta página como una especie de concierto para dos violines que se desarrolla en un ambiente de intenso regocijo. El recitativo de la contralto (V), que habla de paz beatífica, prepara el coral conclusivo en donde la congregación de los fieles canta las palabras del himno que confirman la idea fundamental de la cantata: "Él es la salvación de los gentiles, la luz que ilumina a quienes no lo conocían".