El tema de esta cantata es el de la fe vacilante. Fue escrita para el vigesimoprimer domingo después de la Trinidad y estrenada el 17 de octubre de 1723. El Evangelio del domingo, que relata la curación del hijo de un noble de Caná, según San Juan, está aquí representado por otro pasaje evangélico: el que recuerda la curación de un muchacho poseído por el demonio, según San Lucas. Este pasaje contiene dos breves frases que son la base del coro inicial y que expresan sucintamente las dos ideas antagónicas (fe e incredulidad) en que se inspiran el desconocido libretista y por ende el compositor.

La obra es para contralto, tenor, coro, corno da caccia, dos oboes, cuerdas y continuo. Su arquitectura es a la vez monumental y concisa: dos grandes coros enmarcan dos extensas arias precedidas de recitativos. "El coro inicial, dice Ludwig Finscher, expone la oposición fe-incredulidad en una escritura extraordinariamente variada cuya continua alternación e intercambio de motivos vocales e instrumentales simboliza el entrelazamiento de la creencia y el escepticismo". En el primer recitativo, tres veces el tenor proclama su confianza, pero después de cada afirmación la duda se apodera de él. El aria para la misma voz (III), comienza con las palabras "Cuán incierta es mi esperanza, cuán vacilante mi angustiado corazón". Con esta aria contrasta el tranquilo recitativo para contralto que conduce al aria para la misma voz. "Jesús no abandona a los suyos y los protege cuando la esperanza desfallece", es el mensaje de esta aria sencilla y transparente que inician los oboes y el continuo y cuya ligereza jovial casi reviste un tono de minué. El coral conclusivo, donde el corno dobla al continuo y los oboes y las cuerdas forman líneas independientes, da solución definitiva al conflicto dialéctico de la asombrosa cantata.