Para el segundo domingo después de la Pascua de Resurrección de 1724, llamado "Misericordia Domini", compuso Bach esta cantata que invita a la reflexión sobre la parábola del buen pastor. El Evangelio para ese día (San Juan 10/1 a 16) comienza con las palabras "Yo soy el buen pastor, el buen pastor da su vida por sus ovejas". La instrumentación comprende oboe, oboe d'amore, oboe da caccia, cuerdas y continuo. Los solistas son tenor y bajo con un coro a cuatro voces.

El libreto, posiblemente de Christian Weiss, brinda las mejores oportunidades a la fantasía musical. Dice Geiringer que de esta obra se desprende una atmósfera pastoral llena de profunda gravedad. El primer coro, basado en las palabras del salmo 80, "Oh pastor de Israel, escucha; tú que pastoreas como ovejas a José, que estás entre querubines, resplandece"; el primer coro, decíamos, comienza con una introducción instrumental en la que pasajes en tresillos llenos de dulce emoción, notas largamente sostenidas en el registro bajo y los sonidos de dos oboes, sugieren la idea de un pastor que cuida su rebaño. Un sentimiento de ansiedad domina al aria siguiente, escrita para tenor, dos oboes y bajo continuo. Pero la paz del espíritu se restablece en el aria del bajo, conmovedora siciliana precedida de un recitativo para la misma voz. La partes primera y tercera de esta pastoral expresan la alegría del rebaño que encuentra a su guía, y la intermedia, la felicidad que espera al creyente después de la muerte. El coral conclusivo utiliza como texto una paráfrasis del famoso salmo 23, "El Señor es mi pastor, nada me faltará..." Para conservar la atmósfera general de la cantata, Bach le agrega a las cuerdas los instrumentos de viento logrando así, incluso en la sencilla armonización del himno, un carácter pastoral.